sábado, 30 de junio de 2007

Certamen Literario DFA 2007 Poesía

POESÍA 1º PREMIO MANUEL TERRIN BENAVIDES


HUELLAS LUMINOSAS
Seudónimo: TERESA DE JESÚS



Hoy, Señor, confirmado como centro
de tierra por tus manos florecida,
pongo el alma de cara hacia la vida
y en cada halago vegetal te encuentro:

te encuentro en escarchada cordillera
donde el cuervo levanta negras quejas,
donde rocas y pinos son guedejas
rebeldes de tu inmensa caballera;

te encuentro entre la escarcha suntuosa
de los corderos, nanas del paisaje,
liturgia pastoral con homenaje
de espuma que en rebaños se desposa;

te encuentro en la cadencia repetida
de la noria: metálico lamento
de cangilón que marca el sentimiento
redondo y vertical de nuestra vida;

te encuentro cuando cubres el madroño
de muecas rojas – galas femeninas –
y las hojas, Señor, son golondrinas
secas que arrastra el viento del otoño;

te encuentro en la ternura de las flores
humildes, derramado templo inmenso
donde el alma, conjuro de su incienso,
va dilatando cúpulas mayores;

te encuentro presidiendo la rojiza
cresta del chopo cuando el ciervo ahonda
sus cuernos en el agua y tu redonda
bandera tras los montes agoniza;

te encuentro en el alado sentimiento
de los pájaros, sueltos corazones,
que persignan azules pabellones
con alas timoneras frente al viento;

te encuentro como ofrenda de montaña
cubierta de nevada geometría,
ya breves y disueltos en la umbría
pétalos blancos donde el sol se baña;

te encuentro en el trigal que desafía
marítimos naufragios mientras arde
bajo sol que en los brazos de la tarde
repite disciplina de agonía;

te encuentro entre discretas mariposas
cuyas membranas – mínimo suceso
de beatitud flotante – encienden beso
de púrpura en campañas silenciosas;

te encuentro en la esmaltada procesión
de los peces, puñal de escalofrío,
que agitan en la sístole del río
sangre de tu fecundo corazón;

te encuentro sobre fronda cuando llora
lágrimas de explosión vegetativa:
dimensiones gestantes donde activa
la tierra potestad renovadora;

y así, cuando por miedo a profanarte
disimulo mi paso clandestino,
tú me dices, Señor, que hay un camino
que tiene que llegar a cualquier parte.

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